jueves, 18 de junio de 2009

¿Se agotó el castellano?


Por Manolo Pichardo
Listín Diario 18/06/2009.-
Los idiomas tienen la personalidad que le da su tono, su música; la estructura que lo puede hacer sensual, como el francés, o cuasi sinfónico como el mandarín o cantonés; que lo puede convertir en sonido de riachuelo como el italiano, o canto de paloma como el portugués, silbido de abubilla como el inglés, o mostrarlo adusto como el alemán y el ruso. Al que tiene el castellano como lengua materna le resulta difícil identificar su temperamento.
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Asumo que lo mismo ocurre con los propietarios de los demás idiomas. Lo cierto es que la lengua nacida en España, con todo y no tener riqueza tonal, como muchas de las lenguas occidentales, tiene encanto mágico porque sus palabras, algo sensuales como el francés, se acercan a la entraña musical de los buenos versos. Es fluido y gentil, duro cuando debe serlo. Recurre a las herencias de otras lenguas para ser profundo y simple a la vez, recibe, en calidad de huésped permanente, palabras de sus pares dominantes, porque es permeable y hospitalario, aunque vigilante de sus formas, razón por la cual el invitado tiene que ajustarse a sus reglas.
Por estas condiciones que le dan carácter y lo mantienen en la plenitud de su vida, con vigor, en el proceso de mutación y enriquecimiento que le mantiene palpitando, no entiendo las razones por las cuales los anglicismos le agraden, le mutilan y van tirando al cesto los conceptos embutidos en aquellos sonidos que saboreamos junto a nuestro mundo lácteo.
Ahora periódicos, letreros y conversaciones de distintos niveles se atropellan en un vano intento de refinarnos con palabras y frases como la forzada party, y licor store, importada por la diáspora que retorna trayendo un poco de tufo a nieve y raíz ajena; bye para lucir el aire moderno de damas y travestidos, nice, heavy, cool, full, size y trendy que dan un toque distintivo a la “jevitada” y fashion que congrega a los y las que quieren sentirse plásticos y plásticas.

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