Listín Diario 23/11/2010.-
Holderlin se preguntaba para qué servían los poetas en tiempos de mezquindad, y Juan Bosch decía que los poetas eran un lujo del Estado. Cuando le tocó gobernar privilegió a los artistas. Una camada de jóvenes intelectuales y escritores fueron designados en puestos en el exterior, entre ellos el más joven embajador dominicano, hasta entonces, nuestro Marcio Veloz Maggiolo, el más completo y brillante escritor dominicano actual.
Holderlin se preguntaba para qué servían los poetas en tiempos de mezquindad, y Juan Bosch decía que los poetas eran un lujo del Estado. Cuando le tocó gobernar privilegió a los artistas. Una camada de jóvenes intelectuales y escritores fueron designados en puestos en el exterior, entre ellos el más joven embajador dominicano, hasta entonces, nuestro Marcio Veloz Maggiolo, el más completo y brillante escritor dominicano actual.
La radio televisora del Estado fue llenada con poetas y actores, que insuflaron nueva orientación cultural de proyección en aquellos inolvidables siete meses de gobierno.
Numerosos jóvenes fueron becados en diferentes países desde niveles técnicos hasta artísticos, para que se capacitaran para servir al país, entre ellos Freddy Beras Goico, quien fue a estudiar a Brasil con una beca que apuntalaría sus condiciones de actuación y formación cultural. Todos ellos cesaron en sus becas cuando el Triunvirato, adefesio jurídico político, de espaldas al signo de los tiempos, desató una cacería anticomunista y troglodita, contra todo el que fue nombrado o favorecido por Bosch.
No fue casualidad que Beras Goico empuñara el fusil en abril de 1965 para defender la constitucionalidad y los derechos democráticos del pueblo dominicano, él era uno de aquellos jóvenes a quienes se les interrumpieron las becas con el Golpe de Estado contra Bosch. Menciono a Freddy, ahora que muere en medio del tributo nacional y del dolor inmenso que su muerte produjo en nuestro pueblo.
La presencia del gran Pablo Casals en el Palacio de Bellas Artes en 1963, fue uno de los acontecimientos cimeros de la proyección cultural del país. Aquel artista parecía destellar una luminosa estampa de plenitudes, cuando Juan Bosch, figura crecida y sostenida en la admiración de un continente, lo acompañaba.
Dudo que haya habido momento más radiante y conmovedor de un artista de las condiciones de Casals con un anfitrión de la calidad y la estatura de Juan Bosch. Los que destruyeron nuestra joven democracia hicieron un daño irreparable al proceso social dominicano.
Enmarcado en un conjunto de hipótesis, podemos suponer, qué distinto hubiese sido nuestro país de haberse permitido que Bosch completara su período, el cual garantizaba el cumplimiento de altas metas de adecentamiento del Estado y propuestas sociales avanzadas.
No hubo entonces ni la hay todavía, ninguna razón histórica que justificara aquel zarpazo contra nuestra institucionalidad.
Muchos críticos obcecados han pretendido justificar el golpe de Estado, sobre la base de una supuesta incompetencia gobernante de Bosch. Basta revisar todo el itinerario de realizaciones en los siete meses de su administración, para percibir una hoja de servicios impoluta, una defensa intransigente de los valores democráticos y una honestidad que rayaba en la pureza política.
El aporte de la Constitución del 29 de abril, consagraba esa gestión, como precursora de la modernización de la sociedad dominicana y garante de conquistas y reivindicaciones sociales para los trabajadores del campo y la ciudad, desafiante de los poderes fácticos y de los remanentes oligárquicos, cuyo atraso cultural precedía a la ilustración y a los enciclopedistas franceses.
El argumento de su renuncia, como posibilidad en medio de crisis con los militares la noche del 24 de septiembre de 1963, es ignorancia respecto al principio de autoridad frente al desacato de grupos de militares conspiradores, desconocimiento de su idea de generar una crisis que movilizara al pueblo dominicano y activara fuerzas militares democráticas para sepultar a la oligarquía dominicana, desde el mismo escenario del Congreso Nacional.
Bosch catapultó la idea de que los intelectuales y artistas desempeñaban un papel esencial en la definición de una nueva sociedad, y así mantuvo su idea de fortalecer todo nexo con ellos, siendo él un maestro del género del cuento y una de las plumas más exquisitas de la narrativa.
Recuerdo cuando con apenas veinte años, ingresé al Partido Revolucionario Dominicano, y fui llevado por el doctor Antonio Abreu Flores, ante su presencia. Cuando supo que era poeta me dedicó la noche entera dando instrucciones al doctor Abreu Flores para que me integrara de inmediato a un Frente de Artistas que organizaba el PRD.
Cuando publiqué mi primera obra poética, Juan Bosch me acompañó respaldando a un novel escritor con su figura extraordinaria. Al otro día me llamó para leerme un poema de mi libro y decirme que estaba impresionado con las imágenes y las metáforas.
Dolorosa en extremo fue la separación de Bosch y Peña Gómez, fatalidad histórica que nos distanció a todos, hasta que una noche de 1991, en la casa de mi amiga Natacha Sánchez, el poeta Enriquillo Sánchez, me llevó ante Bosch, en un encuentro de más de cuatro horas, en la que no cesó de hablar conmigo de todos los aspectos de la cultura y de la política, reverdeciendo una admiración y respeto que nunca dejé de profesarle, aún en los momentos más difíciles de la relación con Peña Gómez y la agudización de las diferencias entre perredeístas y peledeístas.
Numerosos jóvenes fueron becados en diferentes países desde niveles técnicos hasta artísticos, para que se capacitaran para servir al país, entre ellos Freddy Beras Goico, quien fue a estudiar a Brasil con una beca que apuntalaría sus condiciones de actuación y formación cultural. Todos ellos cesaron en sus becas cuando el Triunvirato, adefesio jurídico político, de espaldas al signo de los tiempos, desató una cacería anticomunista y troglodita, contra todo el que fue nombrado o favorecido por Bosch.
No fue casualidad que Beras Goico empuñara el fusil en abril de 1965 para defender la constitucionalidad y los derechos democráticos del pueblo dominicano, él era uno de aquellos jóvenes a quienes se les interrumpieron las becas con el Golpe de Estado contra Bosch. Menciono a Freddy, ahora que muere en medio del tributo nacional y del dolor inmenso que su muerte produjo en nuestro pueblo.
La presencia del gran Pablo Casals en el Palacio de Bellas Artes en 1963, fue uno de los acontecimientos cimeros de la proyección cultural del país. Aquel artista parecía destellar una luminosa estampa de plenitudes, cuando Juan Bosch, figura crecida y sostenida en la admiración de un continente, lo acompañaba.
Dudo que haya habido momento más radiante y conmovedor de un artista de las condiciones de Casals con un anfitrión de la calidad y la estatura de Juan Bosch. Los que destruyeron nuestra joven democracia hicieron un daño irreparable al proceso social dominicano.
Enmarcado en un conjunto de hipótesis, podemos suponer, qué distinto hubiese sido nuestro país de haberse permitido que Bosch completara su período, el cual garantizaba el cumplimiento de altas metas de adecentamiento del Estado y propuestas sociales avanzadas.
No hubo entonces ni la hay todavía, ninguna razón histórica que justificara aquel zarpazo contra nuestra institucionalidad.
Muchos críticos obcecados han pretendido justificar el golpe de Estado, sobre la base de una supuesta incompetencia gobernante de Bosch. Basta revisar todo el itinerario de realizaciones en los siete meses de su administración, para percibir una hoja de servicios impoluta, una defensa intransigente de los valores democráticos y una honestidad que rayaba en la pureza política.
El aporte de la Constitución del 29 de abril, consagraba esa gestión, como precursora de la modernización de la sociedad dominicana y garante de conquistas y reivindicaciones sociales para los trabajadores del campo y la ciudad, desafiante de los poderes fácticos y de los remanentes oligárquicos, cuyo atraso cultural precedía a la ilustración y a los enciclopedistas franceses.
El argumento de su renuncia, como posibilidad en medio de crisis con los militares la noche del 24 de septiembre de 1963, es ignorancia respecto al principio de autoridad frente al desacato de grupos de militares conspiradores, desconocimiento de su idea de generar una crisis que movilizara al pueblo dominicano y activara fuerzas militares democráticas para sepultar a la oligarquía dominicana, desde el mismo escenario del Congreso Nacional.
Bosch catapultó la idea de que los intelectuales y artistas desempeñaban un papel esencial en la definición de una nueva sociedad, y así mantuvo su idea de fortalecer todo nexo con ellos, siendo él un maestro del género del cuento y una de las plumas más exquisitas de la narrativa.
Recuerdo cuando con apenas veinte años, ingresé al Partido Revolucionario Dominicano, y fui llevado por el doctor Antonio Abreu Flores, ante su presencia. Cuando supo que era poeta me dedicó la noche entera dando instrucciones al doctor Abreu Flores para que me integrara de inmediato a un Frente de Artistas que organizaba el PRD.
Cuando publiqué mi primera obra poética, Juan Bosch me acompañó respaldando a un novel escritor con su figura extraordinaria. Al otro día me llamó para leerme un poema de mi libro y decirme que estaba impresionado con las imágenes y las metáforas.
Dolorosa en extremo fue la separación de Bosch y Peña Gómez, fatalidad histórica que nos distanció a todos, hasta que una noche de 1991, en la casa de mi amiga Natacha Sánchez, el poeta Enriquillo Sánchez, me llevó ante Bosch, en un encuentro de más de cuatro horas, en la que no cesó de hablar conmigo de todos los aspectos de la cultura y de la política, reverdeciendo una admiración y respeto que nunca dejé de profesarle, aún en los momentos más difíciles de la relación con Peña Gómez y la agudización de las diferencias entre perredeístas y peledeístas.
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