lunes, 1 de noviembre de 2010

Rafael Antonio Cheché Luna

Por Ángel Garrido/ Especial para UMBRAL.
Alexandria, Virginia. Octubre de 2010.-
Las sagradas letras del cristianismo ponen a hablar a la boca por abundancia del corazón. En los corazones de quienes han forjado el PLD abundan las razones para echar de menos al compañero Rafael Antonio Cheché Luna. Un hombre de acción que atesoraba condiciones innatas que supo poner al servicio del PLD y del fundador y líder histórico del Partido de la Liberación Dominicana. Y hoy sabemos con toda certeza que quien a Juan Bosch servía con sinceridad, el PLD construía sin vacilación. Durante el segundo viaje de Juan Bosch a Washington luego de fundado el PLD, Cheché era el brazo de confianza a quien se le encomendaba el maletín con los adminículos de aseo personal y las vitaminas del líder de nuestra organización: “¿Quién tiene mi maletín?”, preguntaba don Juan.
--¡Cheché no! Cheché lo vende –acotaba sonreído el compañero presidente, y a poco aparecía la figura ágil y menuda de Cheché con el necesario maletín entre sus manos.

Al filósofo francés Henri Bergson se le atribuye la invitación a pensar como un hombre de acción y a actuar como un hombre de pensamiento. Punto menos que imposible asistir solo a la recepción pensamiento-acción a la cual invita Bergson. Pero no es tan difícil asistir en pareja. Donde llegaban Juan Bosch y Rafael Antonio Cheché Luna se ponían por obra acciones pensadas y concebidas con antelación.

En una de sus últimas comparecencias televisivas el compañero Juan Francisco Santamaría mencionaba a Luna para vincularlo a una de las acciones primigenias que a partir del 18 de noviembre de 1973 dieron lugar a la fundación del PLD. Fui testigo ocular de los afanes de Cheché que en dicho programa de TV describe Juan Francisco. El mandato genético con que vino al mundo en el caso de Juan Francisco; y el azar en el caso de Cheché Luna, se han combinado de manera ominosa para tenderle al PLD una trampa de luto que se ha cebado en dos de sus fundadores más conspicuos en el breve lapso de menos de dos meses: “Fue dramático porque lo vi morir”, ha señalado en relación con el segundo el compañero Danilo Medina.

A muchos de nosotros las circunstancias físicas nos ahorraron el dolor indescriptible vivido en aquel instante atroz por el compañero Medina, pero la eficiencia y prontitud de la moderna cibernética no había de darnos tregua: “¡El compañero Cheché Luna está muerto!”, me gritó al auricular inalámbrico poco después la compañera Mildred Guzmán.

Un clavel sobre su tumba. Pero sépase acerca de la mano que lo arroje, y sépalo de manera especial la compañera Rachel, que la misma va guiada por las manos entrelazadas de los compañeros Pedro Pablo Cacique Reyes y Ondina Edita Rosario de Reyes, constructores junto a Cheché y tantos otros del edificio peledeísta.

Todas las manos blancas que de los blancos convocaba Nicolás Guillén. Todas las negras manos que a los negros solicitaba el poeta. Hagamos una muralla. Abrámosla a la rosa y al clavel. Cerrémosla al veneno y al puñal. Una muralla que vaya desde el Mauricio Báez hasta el 62 de la César Nicolás Penson. Desde el 43 del Paseo de los Locutores hasta Capotillo. Tuntún, ¿quién es? Un coronel en abril. ¡Abran la muralla! Tuntún, ¿quién es? El gusano y el ciempiés. ¡Cierren la muralla! Tuntún, ¿quiénes son? Juan Francisco y Cheché Luna. ¡Abran la muralla! Tuntún, ¿quiénes son? El olvido y la pasión. ¡Cierren la muralla! Una muralla que vaya desde el Puente Duarte hasta Constanza, desde Constanza a Maimón. Una muralla que se abra cuando lleguen Luperón y Manolo. Una muralla que cierre a la tortura y a la muerte. Una muralla que se abra a la tórtola en la sabana. Una muralla que deje pasar a la cigua cuarterillo para anidar en la palma.

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