Listín Diario 05/11/2010.-
Amigos del ala conservadora de la socialdemocracia en el continente, que incluso estuvieron por el país en algunos encuentros en los que se analizó el avance del progresismo en América Latina, afirmaron que de no haber existido un Cardoso en Brasil no hubiera crecido un Lula.
La afirmación intenta explicar que el éxito del gobierno del Presidente brasileño salido del movimiento sindical se debió a las reformas estructurales que impulsó el mandatario “intelectual” socialdemócrata, que en contradicción con la doctrina política que sustentó su discurso, caminó sobre los rieles del Consenso de Washington y John Williamson.
Las reformas estructurales buscaron achicar el Estado con la intención de dejar al mercado como imperio en la sociedad para poner de lado la protección a los ciudadanos; ellas generaron crecimiento, números que exhibían el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, las calificadoras de riesgo y todas las entidades financieras que formaban parte de la estructura que portaba el frenesí que contagió de capitalismo salvaje al planeta.
La fábrica de riquezas se activó. Los mercados estaban excitados y la explosión se acercaba en parecido a la Revolución Industrial. Pero el Estado, pequeño y débil como se había planeado, al dejar a los ciudadanos y ciudadanas a su suerte, contribuyó con la generación de pobreza, y en nuestra América morena se fue construyendo una brecha entre ricos y pobres cada vez más ancha, que acentuó nuestra condición de continente más desigual.
Cardoso estuvo allí de protagonista, hasta que Lula, el metalúrgico inteligente, asumió la Presidencia y rompió el esquema anterior para trillar un camino propio, en el que el mercado debió sujetarse al control del Estado para que sus beneficios se derramaran con más justicia a través de políticas sociales.
Y así, sin tomar dictados, con una especie de economía social de mercado, generó 15 millones de empleos, sacó de la pobreza a cerca de 30 millones de sus compatriotas y dejó a Brasil en la vía de convertirse en una potencia económica mundial, con mayor peso político en la comunidad internacional, condición que aprovechó para impulsar una diplomacia con énfasis en la paz y la tolerancia.
Con su estela de éxitos eligió a Dilma, y nadie dudó que el peso de su figura la llevaría al contundente triunfo que obtuvo en segunda vuelta, tras la promesa de continuar su obra, porque en la otra acera estaba Serra como la sombra de Cardoso, amenazando con cambiar todo lo que había hecho el obrero metalúrgico, para pavura de las favelas.
Las reformas estructurales buscaron achicar el Estado con la intención de dejar al mercado como imperio en la sociedad para poner de lado la protección a los ciudadanos; ellas generaron crecimiento, números que exhibían el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, las calificadoras de riesgo y todas las entidades financieras que formaban parte de la estructura que portaba el frenesí que contagió de capitalismo salvaje al planeta.
La fábrica de riquezas se activó. Los mercados estaban excitados y la explosión se acercaba en parecido a la Revolución Industrial. Pero el Estado, pequeño y débil como se había planeado, al dejar a los ciudadanos y ciudadanas a su suerte, contribuyó con la generación de pobreza, y en nuestra América morena se fue construyendo una brecha entre ricos y pobres cada vez más ancha, que acentuó nuestra condición de continente más desigual.
Cardoso estuvo allí de protagonista, hasta que Lula, el metalúrgico inteligente, asumió la Presidencia y rompió el esquema anterior para trillar un camino propio, en el que el mercado debió sujetarse al control del Estado para que sus beneficios se derramaran con más justicia a través de políticas sociales.
Y así, sin tomar dictados, con una especie de economía social de mercado, generó 15 millones de empleos, sacó de la pobreza a cerca de 30 millones de sus compatriotas y dejó a Brasil en la vía de convertirse en una potencia económica mundial, con mayor peso político en la comunidad internacional, condición que aprovechó para impulsar una diplomacia con énfasis en la paz y la tolerancia.
Con su estela de éxitos eligió a Dilma, y nadie dudó que el peso de su figura la llevaría al contundente triunfo que obtuvo en segunda vuelta, tras la promesa de continuar su obra, porque en la otra acera estaba Serra como la sombra de Cardoso, amenazando con cambiar todo lo que había hecho el obrero metalúrgico, para pavura de las favelas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario